imagen de un ojo entre una corona de espinas, sepia, a boligrafo

Entrada de muestra

Bienvenidos a mi rincón de pensamientos, donde los susurros del pasado reverberan entre las ruinas de un depósito de autos oxidados en la ciudad de Melancolía. Este lugar, donde el óxido es testigo del tiempo que avanza implacable, se convierte en un lienzo de nostalgia cuando te adentras en sus dominios.

Caminar por entre los esqueletos de automóviles olvidados es como hojear las páginas amarillentas de un álbum de recuerdos. Cada vehículo tiene su propia historia, sus días de gloria ahora sepultados bajo capas de oxidación. Es aquí donde me encuentro con Samuel, un anciano mecánico que ha dedicado su vida a estos testigos de épocas pasadas.

Hablar con Samuel es adentrarse en un viaje en el tiempo. Cada automóvil tiene una narrativa que va más allá de la superficialidad de la herrumbre. Un Ford antiguo se convierte en el relicario de la juventud perdida de Emily, una mujer cuyos ojos destilan la melancolía de los años cincuenta.

Entre risas y lágrimas, Samuel y Emily comparten sus historias. El rugido de motores y el chasquido de las puertas reverberan en sus relatos, como ecos de un pasado que solo existe entre los escombros oxidados. Cada paso entre estos vehículos olvidados es un viaje emocional, donde la oxidación se convierte en el barniz que preserva los destellos de días pasados.

Al atardecer, cuando las sombras se alargan sobre Melancolía, Samuel y Emily se despiden, llevándose consigo la esencia de sus conversaciones y el eco de risas que rompen el silencio del depósito. Es un recordatorio de que, incluso entre los restos oxidados, la nostalgia puede florecer como una flor resistente en la grieta del tiempo.

La ciudad queda envuelta en un silencio que solo es interrumpido por el susurro del viento entre los vehículos abandonados. Y mientras los automóviles oxidados resisten el paso del tiempo, también sirven como testamento de que, a veces, es entre los fragmentos de recuerdos oxidados donde encontramos la verdadera belleza de la añoranza. Este depósito, con sus historias susurradas, es un recordatorio de que el pasado no está completamente perdido, sino simplemente esperando ser descubierto entre las capas de oxidación que lo envuelven.